domingo, 19 de septiembre de 2010

Un tera



Hace mucho, mucho tiempo... en una era muy, pero que muy lejana, cuando la televisión era analógica y en blanco y negro, las personas con alguna afición acumulaban objetos o información de la misma en las distintas estancias de su casa.

Hay que tener en cuenta que la mayoría de las casas, incluidas las promociones nuevas, tenían cocinas donde la gente vivía, tanto era así, que para muchas familias la cocina era una estancia más importante que el salón, con espacio para una mesa y la nevera llena. Eso de una nevera con un par de cervezas y una pizza precocinada no entraba en la cabeza de la mayoría de la gente.

Muchas de ellas los domingos iban a comprar el periódico al kiosko. El periódico era un documento en papel, un papel muy fino y característico, y que sólo se leía una vez y luego se tiraba al contenedor de la basura orgánica. Para ser exactos, realmente no había contenedor de basura orgánica, ni de vidrio, ni de envases, ni de aceite o de pilas. Con una única basura se bastaban. Y de sobra. Junto con el periódico, algunos compraban coleccionables, y semana a semana, iban llenando sus vitrinas de coloridos soldaditos de plomo o miniaturas de coches de época.

Algunos de ellos tenían una vitrina gigantesca llena de miniaturas varias, o cajitas nacaradas, o abanicos o plumas estilográficas. Las plumas eran un objeto muy apreciado por los coleccionistas, dependiendo de su solvencia, entre ellas podía haber incluso un Montblanc Magister, esas colecciones eran algo muy importante y se les dedicaba gran cantidad de tiempo y dinero. Hay quienes, una gran mayoría para ser exactos, acumulaban libros. Los libros no se subordinaban a una estantería de una habitación, sino que iban conquistando distintos rincones del domicilio: el salón, el estudio, el dormitorio y hasta los pasillos. Los libros es lo que tienen, producen cierta compulsión acumuladora. Este comportamiento bibliófilo está relacionado con la importancia que tiene el conocimiento para los amantes del mismo y de cómo llegan ciertas palabras al corazón de la gente. Hay quien incluso acumulaba coches: coches de época, jaguars, incluso hammers. Eso sí, estos últimos coleccionistas necesitaban una gran cantidad de espacio para su hobbie.

Hoy en día, esa compulsión se ha traducido en otra cosa. Esos mismos individuos, concienciados, ahora reciclan y tienen en su casa al menos tres basuras distintas y leen la prensa por internet. Además, se han comprado un disco duro de un tera y van acumulando toda la información que suene mínimamente interesante en dicho disco. Así, poco a poco, bit a bit, van llenando dicho disco, sin darse cuenta que, para leer todos esos ebooks, o utilizar todas esas recetas de cocina o estudiarse todos esos libros científicos, necesitarían tres vidas. Pero como todo está en una cajita, no se dan cuenta de lo desmesurado de su comportamiento.

Esta mañana, al revisar mi colección de recetas de tartas, he llegado a la conclusión de que, si sigo ensayándolas una a una con el Cachas, el exceso de azúcar le va a provocar alguna patología grave. He respirado un poco más tranquila cuando he leído que no está demostrado que el exceso de azúcar provoque diabetes, pero claro, yo soy lega en conocimientos médicos, con lo que supongo que aunque la diabetes no sea un peligro inminente, existirán otros problemas médicos derivados del exceso de repostería. Pero no puedo evitar seguir almacenando mis recetas. Para qué? Existe un doctorado en tartas de limón? Supongo yo que no. Aunque vete tú a a saber con esto de Bolonia, los grados y las nuevas titulaciones y másteres, puede que exista un Msc en Lemon Pies. Pero bueno, no creo que me haga un master o doctorado en ello. No obstante, yo sigo guardándolas una a una en mi disco duro. Toda feliz.

Hoy en día la frase "el conocimiento no ocupa lugar" es más válida que nunca.

4 comentarios:

raindrop dijo...

jeje me acabo de ver cuando hago limpieza y me digo "no, esto no lo voy a tirar, que quién sabe si no lo necesitaré en alguna ocasión..."
Y, así, voy acumulando cosas que sé que nunca utilizaré. Cuando vea que esto se empieza a parecer a algo semejante al síndrome de Diógenes, paro, ¡palabra! xD

besos

ybris dijo...

Hay que ver cuánto acumula uno.
Lo malo es que nunca se cura uno de esa afición a pesar de que con los años queda cada vez más claro que ni el espacio ni el tiempo nos secundan.
Claro que, por lo menos, siempre quedan algunas recetas, algunos libros o algunas colecciones que nos sirven de compañía y nos impiden pararnos.

Besos.

SOMMER dijo...

Jeje, qué post más entrañable. Fíjate que tengo un amigo que tiene 35 discos duros de un tera cada uno, sólo con películas.
Ya me dirás para qué carajo las quiere....

En fin...

P.D. Ya echaba yo de menos a cachas...

mirada dijo...

Pues anda, y yo al contrario, me he propuesto y lo estoy consiguiendo no almacenar...
El día que se caiga internet... jejejee....
Muchos besos, feliz martes.